Hace diez años se entrega el Premio Abdón Cifuentes a profesores y profesoras que, en el marco de su trayectoria académica, han logrado un impacto positivo y directo en la sociedad. Este año, el reconocimiento fue otorgado a Catterina Ferreccio, profesora titular de Medicina UC y directora del Doctorado en Epidemiología.
Su vocación de servicio y las innumerables contribuciones que ha realizado a la toma de decisiones en salud pública, especialmente en temas de epidemias y cáncer, es lo que ha hecho a Catterina Ferreccio -70 años, académica de la Facultad de Medicina UC y actual presidenta de la Comisión Nacional de Respuesta Pandémica del Ministerio de Salud- merecedora del Premio Abdón Cifuentes 2023. En el marco del compromiso público de la Universidad Católica, este reconocimiento busca homenajear a los docentes que han orientado su carrera hacia el aporte concreto a la sociedad y el bien común.
Tercera mujer en recibir este galardón, Catterina Ferreccio siempre soñó con ser psiquiatra. Sin embargo, al terminar la carrera de Medicina en la Universidad de Chile optó por especializarse en salud pública, específicamente en epidemiología. Por esos años, Chile atravesaba dos crisis infecciosas: la de fiebre tifoidea y la de hepatitis. “Aunque estaba recién empezando, me tocó aparecer mucho en la prensa en ese tiempo, explicando cómo tenía que protegerse la población para no contaminarse con estas infecciones. Había que tener especial cuidado con las verduras y frutas con tierra, porque podían tener deposiciones por la manera en cómo se cultivaba”.
«(El Premio Abdón Cifuentes) es una tremenda alegría. Yo estoy siempre atenta a lo que pasa en lo público. De repente me encierro a escribir, pero nunca paso más de un día desconectada. Siempre quiero saber que está pasando, en qué puedo ayudar», dice la académica de Medicina. Créditos: Karina Fuenzalida.
Ese fue el inicio de una larga carrera dedicada a la investigación de infecciones, trabajo que siempre ha ido de la mano con la incidencia en políticas públicas.
“Durante todos estos años he estado muy cerca de la toma de decisiones”, dice Catterina. Y recuerda: “Cuando ya teníamos controlada la tifoidea, apareció en Perú, Argentina y Bolivia un brote de cólera tremendo. Nosotros sabíamos que el río Mapocho no tenía tratamiento de aguas servidas, por ende, estaba contaminado y podía estallar en cualquier momento una epidemia de cólera. Recuerdo haberle dicho al ministro de Salud de esa época: ‘Hay que parar el riego y el consumo de verduras ahora’. Durante años, en Chile estuvo prohibido vender verduras crudas en los restaurantes. Afortunadamente, el brote no llegó, y se acabó también la tifoidea y la hepatitis”.
En la década del noventa a Fereccio le tocó nuevamente estar al centro de la decisión política, esta vez, en temas de cáncer de pulmón, pues había una alta concentración de esta enfermedad en Antofagasta. “No era mi área, pero me pareció fascinante y muy importante el debate”, dice. Se creía que el cáncer era producido por el arsénico de Chuquicamata, sin embargo, un equipo de investigación liderado por Ferreccio, llegó a la conclusión de que el problema no era el aire, sino el agua. El Ministerio de Salud había impulsado una ley para bajar el máximo de arsénico en el aire, y ello implicaba cerrar Chuquicamata. “Nosotros les dijimos: ‘esa medida no va a cambiar ningún cáncer de pulmón, porque no es por el aire, es por el agua’. Cerrar la fundición hubiese sido un error, Chile se habría empobrecido y el cáncer habría seguido igual”, puntualiza.
Estos estudios de arsénico y cáncer derribaron paradigmas que existían en salud pública. “Se pensaba que si tú fumabas, te daba cáncer de pulmón, pero si te tomabas el contenido del cigarrillo no te pasaba nada. Nuestra investigación descubrió que los pulmones de las momias que habían en el norte de Chile, eran los tejidos que tenían mayor concentración de arsénico. Y ellos solamente lo tomaban por el agua, porque no fumaban en esa época”.
En definitiva, gracias a la evidencia chilena se estableció que el arsénico en el agua causa cáncer de pulmón. Esto llevó a bajar la regulación del máximo permisible de 50 microgramos a 10 microgramos. Luego, la doctora siguió especializándose en cáncer, específicamente en el de cuello uterino. Se fue por dos años a trabajar con la Organización Panamericana de la Salud en Perú y El Salvador. “Hicimos un estudio grande demostrando que el papanicolau no servía, que dejaba la mitad de los cánceres sin detectar. Ahí tuve un rol político súper fuerte”.
En enero de 2020 se estructuró un comité de emergencia desde el Gobierno al que fue convocada Catterina Ferreccio por el ministro de Salud, Jaime Mañalich. Créditos: Minsal.
En enero de 2020 la convocaron a un comité de emergencia por la eventual llegada de Covid-19 a Chile, y en marzo de ese mismo año, cuando el brote ya era inminente, el exministro de Salud, Jaime Mañalich, le pidió que se incorporara a un nuevo consejo asesor. “Yo era de las pocas personas que tenía experiencia en vacunación, había hecho una evaluación de la vacuna antitifus oral en 400 mil escolares. Me di cuenta que tenía el know how debajo de la piel y que no me podía correr. Me gustó mucho sentir que podía ser un aporte tan claro, tan neto en la discusión. Me dediqué en cuerpo y alma”.
-¿Cómo ha sido dedicar su vida a la investigación y a las políticas públicas?
-«Me fascina. Mis compañeras de colegio me preguntan ‘¿pero por qué trabajas tanto, cuándo vas a jubilar?’ Lo que trato de explicarles es que la investigación, lo que tiene, es que siempre presenta nuevas preguntas y nuevas respuestas, lo que te obliga a estar actualizado. Yo creo que cuando uno está en una tarea más rutinaria, dan ganas de jubilar antes. A mí la ciencia, la investigación, me oxigena. Me gusta todo lo que se aprende de las galaxias, de cómo funciona el universo, los temas de inteligencia artificial. Pero lo que más me fascina es la humanidad. Nunca termina de impresionarme el dónde estamos, para dónde vamos. Me fascina lo que el humano va descubriendo y cómo vamos complejizándonos».
-¿Ha sido más difícil su carrera por el hecho de ser mujer?
-«Sí, ha sido más duro moverse en el mundo de la ciencia siendo mujer. Hay muchas cuestiones de las que no había tenido conciencia hasta que empezó el movimiento feminista. Muchas veces me ha costado entenderme con algunos pares hombres y nos enfrascamos en discusiones, las cuales creo que si yo hubiese sido hombre, habrían durado mucho menos. Uno tiene que hacer el doble de esfuerzo para abrirse camino en la ciencia como investigador principal, por ejemplo. Es más fácil investigar debajo de un hombre».
«Creo que las mujeres estamos adquiriendo más espacios, no hay que echarse atrás, hay que seguir, hay que alegar, hay que denunciar. Hay que votar por mujeres, yo soy fanática de las cuotas. Y estoy segura de que si hubieran más mujeres en el poder, no habría guerra. Creo que la salvación del planeta es que haya más mujeres en el poder, porque van a proteger el planeta desde donde estén, van a proteger a los niños desde donde estén».
-¿Qué significa para usted ganar el Premio Abdón Cifuentes?
-«Una tremenda alegría. Yo estoy siempre atenta a lo que pasa en lo público. De repente me encierro a escribir, pero nunca paso más de un día desconectada. Siempre quiero saber que está pasando, en qué puedo ayudar. Siento un compromiso no solo con el país, sino también con el planeta. Hoy me preocupa el tema ambiental, que no podamos hacer acuerdos para consumir menos. Me preocupa a lo que se van a enfrentar las próximas generaciones».