La investigadora, académica de Medicina UC, directora del Doctorado en Epidemiología, y subdirectora del Centro Avanzado de enfermedades crónicas, ACCDiS, cuenta cómo se ha abierto camino en ambientes científicos con fuerte presencia masculina. Se declara fan de las cuotas de género y cree que la inmigración ha ayudado a los chilenos a entender que existen otros saberes. En esta entrevista habla de sus expectativas en la Academia de Medicina, de su paso por el Consejo Covid-19 y del proyecto que lidera en la Araucanía.
Con más de 170 publicaciones en revistas científicas, la profesora de Medicina y recientemente nombrada miembro de la Academia de Medicina, Dra. Catterina Ferreccio, se ha centrado en una búsqueda que tiene que ver con salud y prevención, con poner la mirada en las personas, en la población. (Crédito fotografía destacada: Karina Fuenzalida)
A sus 69 años, Catterina Ferreccio dice con cierta tranquilidad que ha vivido todo lo que tenía que vivir. Y su hoja de vida laboral le da la razón: es profesora titular de Medicina en la UC, subdirectora del Centro Avanzado de Enfermedades Crónicas de esa casa de estudios y de la U. de Chile, y directora de Cohorte MAUCO, un proyecto que realiza en Molina, Región del Maule.
Con más de 170 publicaciones en revistas científicas, su búsqueda tiene que ver con salud y prevención, con poner la mirada en las personas, en la población. Temas como la historia natural del cáncer de la vesícula biliar; la prevención del cáncer de estómago -la principal causa de muerte en Chile; los efectos a largo plazo de la exposición al arsénico en el agua potable; la detección de cáncer de cuello uterino; y el estudio en la población de enfermedades crónicas y el cáncer, son parte de sus investigaciones. “Es difícil decir a cuál de estos proyectos relevantes le tengo más cariño. Son como los hijos o los nietos, una los quiere a todos”, cuenta Catterina, sentada en el hall del edificio de Medicina de la UC.
Cada tanto sonríe y saluda con la mano a los médicos y estudiantes que pasan y la reconocen. Afuera llueve con intensidad y ella luce botines negros con plataforma, un abrigo de cuero largo y un paraguas rojo. Oriunda de Arica, la investigadora confiesa que cuando regresa al norte siempre se emociona al ver el desierto desde el avión. “Es algo súper raro y especial que me pasa”, dice con su voz suave.
Es integrante del Consejo Asesor Covid-19 desde el comienzo de la pandemia y acaba de ser nombrada como miembro de la Academia Chilena de Medicina, lugar donde la presencia masculina, históricamente, ha sido más fuerte.
A nivel internacional, sus redes de colaboración llegan a las universidades de Maryland y de California-Berkeley y el Instituto Nacional del Cáncer -en Estados Unidos- y de Heidelberg -Alemania-, junto con la International Agency for Research on Cancer (Agencia internacional para la Investigación en Cáncer, ubicada en Francia).
-En la ceremonia en la Academia de Medicina señaló que era una tremenda satisfacción que la hayan nombrado porque es mujer y “la Academia históricamente ha sido un espacio algo vetado para nosotras”. ¿Cómo explica ese veto?
-Fue una palabra un poco fuerte. Quise decir que no habíamos podido entrar, simplemente, como en muchos otros lugares, como ser ministra del Interior, por ejemplo. Tampoco es que esté explícitamente prohibido, pero era un lugar de hombres. En las últimas décadas llegamos a ser el 10% dentro de la academia y ahora último ha estado subiendo rápidamente hasta 17%. Eso tiene que ver con los tiempos, pero también con que hay mujeres adentro que empiezan a pedir más paridad (…). El 10 o 20% es muy poco, sobre todo si consideramos que las mujeres que egresan año a año de Medicina, en Chile, son un 50% del total.
– ¿Cómo se puede entender eso?
– A las mujeres nos cuesta mucho más ser productivas respecto a la manera clásica de publicar, porque estamos inmersas en un sistema en el que estamos a cargo de los niños y la casa, y de más adultas de los padres o los nietos. Es súper fregado, yo lo viví. Para poder destacarse una tiene que trabajar mucho, el doble, y también tener suerte (…). Me tocó analizar este tema durante la pandemia -en 2021, en Europa y Estados Unidos-, y es impresionante: los hombres han producido más manuscritos científicos de lo que hacían pre pandemia y han postulado a más proyectos. Pero las mujeres han bajado en ambas, por lo tanto, la brecha se agrandó. A pesar de todo el discurso de reducir la brecha de género, eso aún no se materializa. Es una pena, pero lo único que hay que hacer es seguir, mostrarlo y denunciarlo.
– También señaló en la ceremonia que “me alegra que reconozcan una disciplina que no es clínica en esencia sino más bien de investigación como es la epidemiología”, área que usted lidera en la universidad.
– Sí, la medicina no es toda la salud, tiene más que ver con los enfermos. Estoy en el área de la salud que también se relaciona con mantenernos sanos, con la prevención y desarrollar al máximo las potencialidades del ser humano. Esta ha sido un área que, para los médicos clínicos que han liderado la Academia de Medicina, ha sido un poco ajena.
– ¿Puede cambiar el foco respecto a reconocer la importancia de la investigación en áreas como epidemiología u otras menos clínicas?
– Más que cambiar el foco, diría ampliar la mirada, que es lo que necesitamos hoy en todos los ámbitos. La epidemiología que yo practico la pueden ejercer otras disciplinas. Sin embargo, la medicina te da ciertos privilegios y facilidades para entender el cuerpo del individuo y sus enfermedades. Cuando saltas del individuo a la población, teniendo este conocimiento, te permite ser mucho más asertivo. Creo que es súper importante que haya médicos en epidemiología y que la Academia los acoja.
– ¿Es la Academia un lugar desde el cual se pueden traspasar mensajes importantes a los tomadores de decisiones y a la población misma? ¿Qué rol espera tener ahí?
– Mis expectativas son que la Academia se la juegue por políticas públicas, que opine y se transforme en un actor. Y que mi voz se pueda amplificar y tener más impacto desde ahí.
Investigadores frente a la OMS
«(…) Rápidamente me di cuenta que la epidemiología era fundamental para lo que había que hacer. Entender, por ejemplo, que podíamos contener la llegada del virus aislando al primer caso que se registró en el país», cuenta Catterina Ferreccio, miembro del Consejo Asesor Covid-19. (Crédito fotografía: iStock Photo)
– Respecto a la incidencia en las políticas públicas, usted fue y sigue siendo miembro del Consejo Asesor Covid-19. ¿Qué fue lo más complejo?
– Lo más raro fue que el ex ministro Mañalich me llamara, porque en ese tiempo estaba trabajando en cáncer. Pero rápidamente me di cuenta que la epidemiología era fundamental para lo que había que hacer. Entender, por ejemplo, que podíamos contener la llegada del virus aislando al primer caso que se registró en el país. Pero el Ministerio de Salud y el Colegio Médico no estuvieron de acuerdo con esa recomendación. Como grupo nos unimos, porque coincidíamos en lo que había que hacer y nos dimos cuenta de que no iba a ser fácil ser escuchados.
– ¿Y cómo evolucionó su rol en el consejo?
– Sentía que no me podía ir porque había diferentes visiones del problema y creo que fue súper bueno que me quedara. Los que nos dedicamos a investigar tenemos mucha familiaridad con la evidencia, podemos leerla y entenderla. Por ejemplo, con el tema de las vacunas, era obvio que había que vacunar a los viejos con lo primero que llegara, porque había que bajar la carga hospitalaria; que había que cerrar las fronteras y toda la población debía usar mascarilla. En esto último discrepamos con la OMS y afortunadamente el Ministerio de Salud nos escuchó.
– ¿Esto le demandó mucho de su día a día?
– Para poder tener esa fuerza había que estar todo el día estudiando. Pregúntale a mi marido (risas), decía: “la Catterina es Covid, Covid, Covid”, porque él leía otras cosas o veía noticias. Si había seminarios con investigadores o médicos de China o Ginebra participaba, para poder preguntar cosas que ellos estaban viviendo en ese momento. Dejé mis proyectos bien botados. Cuando cambió el gobierno algunas personas de mi equipo me dijeron: “Qué bueno, Catterina, te vamos a tener de vuelta”. Pero sigo ahí (risas).
– ¿Cómo evalúa el manejo de la pandemia en Chile?
– En el primer brote fuimos uno de los países con la mayor mortalidad del mundo, en tasa. Fue tremendo. El ex presidente Piñera tomó rápidamente el tema de la vacuna y un grupo de la UC le dijimos que había que empezar a moverse y ofrecer campo clínico en Chile para que vinieran a evaluar la vacuna, a cambio de comprometer millones de dosis. Eso nos salvó de seguir siendo el país con la mayor mortalidad. Pero íbamos mal. Lo de no parar el primer brote fue un error de diagnóstico, se optó por asegurar la atención de los casos COVID-19 comprando ventiladores y reciclando camas para atender UCI. Durante casi un año la población con otros problemas de salud tuvo gran dificultad para acceder a los hospitales. Quedó mucha gente sin atención y lo vamos a pagar en los próximos años.
La brecha de género en la ciencia
«Mi rol en la Academia va a ser apoyar la llegada de mujeres. Hay mujeres que son buenísimas, han trabajado mucho y tienen sensibilidad. Hay que ayudar a que se visibilicen y que vengan esas otras voces», dice Catterina Ferreccio convencida. (Crédito fotografía: Karina Fuenzalida)
«Mi rol en la Academia va a ser apoyar la llegada de mujeres. Hay mujeres que son buenísimas, han trabajado mucho y tienen sensibilidad. Hay que ayudar a que se visibilicen y que vengan esas otras voces», dice Catterina Ferreccio convencida. (Crédito fotografía: Karina Fuenzalida)
Catterina recuerda su comienzo en uno de los centros de investigación más exitosos de Chile, el Centro Avanzado de Enfermedades Crónicas, donde ella es subdirectora. Son seis investigadores principales: una mujer y cinco hombres. Catterina, además, es la única que viene de las áreas salud pública y epidemiología. “Fue súper duro poner sobre la mesa mis temas. Me costó un montón, al punto que uno de ellos me dijo un día: ‘Pero, ¿tú qué haces? No haces ciencia’, porque no estoy en el laboratorio. Eso pasó hace ocho años, cuando partimos. La semana pasada tuvimos una reunión y pensé en cómo él ha cambiado su comprensión de lo que hago, porque dijo: ‘Estoy de acuerdo con la Catterina’”.
– ¿Qué es lo que más le ha costado?
– La diferente visión del mundo de nuestras disciplinas. Gente que lleva décadas trabajando en un laboratorio a nivel molecular y no se imagina cómo traducir su ciencia para el bienestar de la gente. Nuestro rol es ser el puente, proponer políticas e intervenciones derivadas del conocimiento. Pero también el género me costó harto, la forma del trato. Un par de veces tuve que salir de reuniones para recuperar fuerzas. Tienen que ser dos mujeres por lo menos, porque si a una la tratan mal, la otra te defiende mientras tú te repones.
– ¿Cree en las cuotas?
– Sí, soy una hincha de ellas, hasta que sea necesario. Porque no me vengan con cuentos, no hay manera de que una joven pueda enfrentarse con esto, sola. Mi rol en la Academia va a ser apoyar la llegada de mujeres. Hay mujeres que son buenísimas, han trabajado mucho y tienen sensibilidad. Hay que ayudar a que se visibilicen y que vengan esas otras voces.
– Más diversidad en general, dice usted.
– Sí. Pienso en que los inmigrantes han sigo un tremendo aporte a este país. Es casi políticamente incorrecto decirlo, pero ¡pucha que nos han hecho bien los venezolanos, peruanos, bolivianos y haitianos! Nos han mostrado que hay más gente que los chilenos en el mundo. Que hay más maneras, estéticas, comidas y saberes. Cómo tratan los médicos venezolanos y peruanos a la gente, es muy distinto. Tratan con cariño, cuidado, son amables, le enseñan al paciente. Nosotros somos más autoritarios y distantes.
Lidero proyectos de investigación en Maule y en la Araucanía, y se han acercado médicos venezolanos espontáneamente a preguntar en qué pueden ayudar, porque les gustaría investigar. Siempre son extranjeros… es súper curioso.
– Sobre su proyecto en La Araucanía, llamado Cohorte Chile BiLS, llama la atención que, a pesar de la pandemia y los conflictos en la zona, ningún día han dejado de tomar muestras.
– Sí, estamos haciendo un seguimiento de un grupo de cerca de 5 mil mujeres en la zona, que presentaron cálculos en la vesícula biliar (…). Nunca hemos tenido problemas en la región. Las personas conocen al equipo y nos movemos en las ambulancias que tiene los logos de las universidades, la UC y la de La Frontera. Vamos a las casas de ellas en unas clínicas móviles. Nunca hemos sentido hostilidad ni miedo de ir a algún lugar. Sólo nos ha detenido la lluvia y el barro en las zonas rurales.
El futuro
– ¿Cómo te ves en 10 años? ¿Dónde te gustaría estar?
– Esa es una pregunta difícil. Me gustaría volver a pintar. Pinto en óleo y acrílico. Mi marido cada tanto me quiere botar mis atriles chicos y grandes, y yo le digo que no, que voy a volver a pintar (risas).
Entrevista original en https://www.uc.cl/noticias por carla.alonso@uc.cl